Cada mañana me despierto y me dirijo a la sala para tomar aquel exótico café producido en la sierra más importante del país, la Cordillera Central; cuando me siento en mi preferido sillón, siempre observo la inconfundible escultura titulada, El Rapto de las Sabinas; es una impresionante estatua de bronce sólido, del artista español André Paor, del siglo XX e.c.
He estado reflexionando que quizás los dominicanos necesitamos algún tipo de leyenda para cambiar la cultura envilecida y caótica que nos moldea y nos guía a patrones cíclicos, imprudentes y precarios que afectan a las familias y a nuestro Estado dominicano. Se requiere como un tipo de mito con “aquellos dioses” griegos que enviaban a los guerreros para salvar a sus predestinadas sociedades; o tal vez, ya el Dios Nissi lo ha enviado, y debido a nuestra ignorancia y orgullo de intelectualidad no hemos podido identificar a esas figuras que ya han estado y siguen estando en medio de nosotros.
La escultura de bronce salpicada de pátina, polvo y humedad, me motiva a recordar el tiempo ya oxidado y me despierta hacia un sueño, por no decir utopía, un deseo justificado de ver a los dominicanos apropiándonos del derecho inherente y democrático para compartir el trono (el Estado) como lo hizo Rómulo el emperador de Roma con Tito Tacio como co-gobernante de la ciudad. La escultura de bronce que representa aquel rapto hecho por los romanos a un pueblo cerca de Roma, Los Sabinas; dicho grupo estaba conformado de agricultores y poseían un carácter bien definido y modelable. Los Sabinas, no perdonaron ese rapto de sus mujeres, y esa acción le da cuerpo a la historia de Roma, hasta el punto que esa mala acción premeditada del Emperador fue la causa para compartir su reino con el líder de los Sabinos, Tito Tacio.
Esas acciones históricas, legendarias y míticas, como dominicanos nos lanzan al pensamiento evolutivo y lineal del comportamiento social que nos ha gobernado por decenas de años; en nuestro caso, nos inserta en la historia sociopolítica dominicana, y sin darnos cuenta, caemos en una piscina de incógnitas, con sabor a laberintos y que nos ahogan, hasta el punto de provocar una muerte social por las acciones de un liderazgo político e infructuoso. Nos han raptado, nos convirtieron en una sociedad civil lánguida, adormecida y cansada debido a la incapacidad de gestionar, transformar y co-gobernar en los negocios del Estado dominicano, aquel mismo Estado que nos pertenece a todos y actuamos como si los dueños fueran unos pocos.
Los mitos y las leyendas nos ayudan a entender las realidades de los pueblos; de la misma forma que Roma fue alimentada de los mitos de los griegos, los dominicanos debemos rebuscar las leyendas que transformaron a los pueblos anglosajones que hoy disfrutan de estabilidad sociopolítica debido a una ética de integridad y trabajo; otra cosa, esos pueblos, no separaron lo secular de lo sacro, tenían una visión integral del cosmo y de la vida sociopolítica. Hasta el día de hoy son modelos a seguir; claro, con fallas innatas del propio ser humano, pero con estructuras sociales muy disímiles a las nuestras. Entendiendo esa realidad psicosocial y política, los dominicanos debemos convertirnos en co-gobernantes, debemos auto nombrarnos vigilantes y gestores de seguridad. La situación existente demanda una sociedad activa, no hay espacio para decir que la política no nos atrae o que es para corruptos. Nos convertimos en corruptores cuando dejamos nuestras manos atadas y nuestro cerebro fuera de las Iglesias a las cuales asistimos, para pedirle a nuestro Dios que venga su reino y que se haga su voluntad aquí en la República Dominicana. El compromiso nuestro como pueblo debe ir más allá que la política partidaria, estructurada, fragmentada y gastada. Es que existe el compromiso existencial que debe llevarnos a una acción colectiva, ética y moral. No hay brechas para escondernos del legado que debemos dejar a nuestros sucesores. Si hemos tenido la historia dominicana llena de gobernantes corruptos, incoherentes y narcisistas es porque no hemos tenido a un pueblo que se convierta en co-gobernante, como lo hizo Tito Tacio en Roma siendo Rómulo el emperador.
Los males visibles, tangibles y los llamados males necesarios o normales deben ser desarraigados por el pueblo en calidad de co-gobernante. Debemos buscar modelos, guías sociales con integridad. Debemos replicar a esos muchos modelos que ya existen; y así, generar una sinergia que nos lance a la acción intencionada y planificada para terminar con esa cultura de clientelismo, de corrupción, de impunidad y pasividad. Para cambiar el Estado dominicano se requieren utopías, sueños, mitos, leyendas, a un Nissi creador, operando en nosotros los dominicanos y usar una fuerza superior de transformación a la fuerza existente que ha mantenido el juego sociopolítico involucionando.
Necesitamos hombres de bronce, necesitamos unirnos como se unieron los Sabinos y los Romanos para gobernar juntos. Se necesita pasar de los gobiernos presidencialistas a gobiernos realmente democráticos y observados constantemente por el pueblo. De lo contrario, seguiremos divididos, sin protección, llenos de inseguridades, escapando del campo a la ciudad en busca de pan, con una economía técnicamente creciente pero con una población muy lejos de las necesidades básicas. Seguiremos en la lista de los países en vía de desarrollo y ahogados en el escenario social por los hechos caóticos y repetitivos que siempre nos han golpeado. Seguiremos defendiendo a nuestros partidos, sin saber lo que defendemos; buscando agua en cisternas rotas y buscando luz en la oscuridad.
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