El primer ministro francés, Michel Barnier, se encuentra al borde del abismo, y no precisamente de una de esas blancas montañas de Saboya que amaba recorrer. El próximo miércoles, si se cumplen las amenazas de la izquierda y la ultraderecha, tendrá que abandonar la jefatura del Gobierno tan solo tres meses después de llegar al cargo. Sería el mandato más fugaz de la V República, víctima de un mecanismo parlamentario que no se aplicaba desde 1968.