Cualquiera que se acostara temprano ayer en Corea del Sur, se habrá levantado esta mañana como si nada -o casi nada- hubiera pasado. Pero entre medias, durante unas horas, un terremoto político ha mantenido en vilo al país y al resto del mundo. Ahora queda la resaca, cuyo alcance aún está por determinar. El vaivén político en Seúl arrancó en la noche del martes, cuando el presidente surcoreano, el conservador Yoon Suk-yeol, declaró sin previo aviso la ley marcial de emergencia, acusando a la oposición de controlar el Parlamento, ejercer actividades antiestatales y de simpatizar con Corea del Norte. Horas después, en la madrugada, el propio Yoon anunció que retiraba la medida después de que la Asamblea, cuyos miembros llegaron a utilizar extintores para impedir que las tropas entraran en la sede del legislativo, la revocara en una votación de urgencia, sin todos los diputados presentes y con las calles de Seúl, la capital, llenas de manifestantes. La agencia estatal de noticias Yonhap ha anunciado que la oposición ha presentado a primera hora de la tarde (a las 6.30, hora peninsular española) una moción para destituir al presidente, que se votará a lo largo de la semana.