Uno de los propósitos más encomiables es el de tratar de dominicanizar la mano de obra agrícola y de la construcción, como recientemente expresó el presidente de la República. Tarea que amerita tomar en cuenta un conjunto de factores, estudios y evaluaciones sobre la situación real, con el objetivo de llegar a las causas que motivan el desencanto o abandono de esas tareas. Porque la construcción hasta hace poco tiempo estaba totalmente ocupada por los nacionales, así como algunas tareas agrícolas. Otras eran compartidas. Sin embargo, la referente a la cañera es diferente. Hace tiempo y por muchísimas razones fueron ocupadas por jornaleros, fundamentalmente del vecino país.
En tal sentido, solo como referencia para ser tomado en cuenta en cualquier análisis o estudio sobre la ausencia de mano de obra en la construcción, labores agrícolas o de otra naturaleza, me permito narrarles algo que ocurrió en la década de los 60 del siglo pasado.
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Terminada la contienda de abril del 1965 en septiembre de ese año, producto del Acto Institucional que colocó a García Godoy como presidente provisional, se conformó el gobierno y se designaron los funcionarios. La industria azucarera estatal –CEA- era la empresa más grande del país. Y como la zafra regularmente inicia a finales de otoño o principio de invierno y acabábamos de salir de un conflicto bélico que afectó al país entero, nos enfrentábamos a los preparativos de la misma. Entre ellos, resolver el tema de la mano de obra.
Jean Santoni, ingeniero y reconocido empresario cañero del este del país fue designado director del CEA y junto a él llegaron otras reconocidas figuras como Jacobo Majluta. Ello obligó a reuniones, contactos, análisis a toda carrera para ver cómo enfrentar la situación. Entre cuyas medidas se decidió iniciar una campaña de motivación integrando lo emocional con lo patriótico, para que los dominicanos se integraran a las labores agrícolas cañeras.
De ahí surgieron muchas ideas, pero hubo un slogan elaborado por el distinguido amigo, articulista de este medio, Tiberio Castellanos, que decía: “Dominicano, que nadie baile tu mujer y que nadie corte tu caña”, que provocó entusiasmo y hasta análisis de parte de ciudadanos ya centrados en la sicología y la sociología.
Un conocido sacerdote jesuita de apellido Suárez, quien trabajó mucho con el estudiantado, se motivó a colaborar con ese propósito y recomendó que había que profundizar respecto a la realidad de campo cañero, porque, según él, los dominicanos en sentido general nunca se integraron o compenetraron con la idea de que la caña era suya. Y que mientras se buscaba motivarles con ese excelente slogan, ellos escuchaban más la canción del Dúo Los Compadres: “El cañero No. 15”. Interpretación que sí formaba parte de la cultura popular y que narra aspectos de la vida en los bateyes.
Sin embargo, hay que resaltar que eso no ocurre con la construcción. Porque muchos dominicanos van a otros países a trabajar en esa labor. Y ahí es donde los expertos deben centrar su atención con el propósito de hacer viable el loable deseo del Presidente. Buscar y encontrar soluciones prácticas y con los pies en la tierra. Ajustados a la realidad.
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