Francia tiene un problema serio con sus cuentas públicas: una montaña de deuda que supera con holgura todo lo que produce su economía en un año. De esto son conscientes en Bruselas y en París, donde el Gobierno recién derrocado de Michel Barnier había pactado con Bruselas una senda de ajustes que iban a poner su primera piedra en los presupuestos de 2025. Se esperaba de esas medidas que embridaran algo un déficit público que este año se irá, con casi total seguridad, por encima del 6% del PIB, más del doble de lo que fijan los tratados comunitarios, en un país que ya tiene un expediente abierto precisamente por exceder con mucho ese límite el año pasado. Pero esas cuentas públicas, que contemplaban una ligera subida de impuestos y de recaudación, han acabado por caer y arrastrar consigo al Ejecutivo que las ha propuesto. El presidente, Emmanuel Macron, ha anunciado en su discurso de este jueves que los presupuestos se prorrogarán para 2025 mediante una ley de finanzas a mediados de diciembre.