La ciudad siria de Alepo se despierta estos días entre anonadada y dichosa, como un enfermo tras un periodo en coma. Muchos habitantes aún están procesando lo ocurrido tras la caída del dictador Bachar el Asad, en un escenario en el que se entremezclan la vida, que ha recobrado el bullicio de siempre, y las horribles cicatrices de la guerra. A diferencia de Damasco, la capital, la provincia de Alepo es una de las partes del país que más ha sufrido los estragos de casi 14 años de guerra, pues sus barrios y ciudades han cambiado de manos constantemente entre el régimen, los rebeldes apoyados por Turquía, facciones islamistas y milicias kurdas.