Por Ricardo Aceves
La COP16 de la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB), celebrada en Cali, Colombia entre el 21 de octubre y 1 de noviembre, fue sin duda un evento histórico. Sin embargo, también dejó al descubierto retos que, de no ser resueltos, podrían comprometer los ambiciosos objetivos de conservación y justicia socioambiental que promueve. Si bien esta cumbre fue apodada la “COP de la gente” por su enfoque inclusivo y su récord de participación, el camino hacia la implementación real de estos compromisos está cuesta arriba, en particular para las comunidades que deberían estar en el centro de la acción climática.
Progreso inclusivo, pero desigual
Uno de los logros más significativos de la COP16 fue la creación de un órgano subsidiario permanente para el Artículo 8 de la CDB, que permitirá a los pueblos indígenas y comunidades locales (PICL) tener una voz directa en las negociaciones. Este avance marca un reconocimiento largamente esperado del papel clave que desempeñan estos grupos en la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, tal como lo señaló el análisis de Periodistas por el Planeta, las promesas de inclusión a menudo se ven limitadas por falta de financiamiento efectivo y por la reticencia de los países desarrollados a cumplir con sus compromisos financieros.
Aunado a lo anterior, el reconocimiento de las comunidades afrodescendientes como actores clave representa otro avance importante. Sin embargo, queda la duda de si estas decisiones se traducirán en acciones concretas o si quedarán atrapadas en la burocracia de los compromisos multilaterales. Para muchos líderes comunitarios presentes en Cali, la inclusión simbólica no es suficiente si no se acompaña de recursos y mecanismos claros de implementación.
Las voces de la base: Movilizatorio y Casa Pa’ Voz
Mientras tanto, iniciativas como Casa Pa’ Voz, liderada por el laboratorio de participación ciudadana Movilizatorio con apoyo de la alianza regional Alianza Potencia Energética, ofrecieron un modelo de participación inclusiva y un punto de encuentro para el diálogo, la creatividad y la colaboración durante la COP16.
Este espacio albergó 75 eventos, atrayendo a más de 3,000 personas, y fue clave para articular las demandas de las comunidades indígenas, afrodescendientes y locales. Desde debates sobre gobernanza indígena hasta exhibiciones culturales, Casa Pa’ Voz resaltó el impacto transformador del activismo artístico y comunitario.
Las actividades incluyeron exposiciones como Chagra: un cultivo de historias y Paz con la Naturaleza, que presentaron potentes narrativas visuales sobre justicia ambiental y social, además de una movilización en bicicleta con el proyecto Métele Pedal. La intervención artística en las calles de Cali con el Inside Out Project, que retrató a más de 250 defensores socioambientales, fue otro ejemplo de cómo el arte puede catalizar cambios narrativos en temas de justicia socioambiental. El impacto de estas acciones también se extendió al ámbito digital, destacando el potencial de plataformas como TikTok para el activismo ambiental.
La Alianza Potencia Energética lideró una campaña digital que recolectó más de 15,000 firmas en apoyo a una carta dirigida a los presidentes Gustavo Petro y Lula Da Silva. Este documento hizo un llamado a frenar la deforestación, reducir la dependencia de los combustibles fósiles y restaurar los ecosistemas, con pleno respeto por los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales.
Sin embargo, el contraste entre estas iniciativas y las dinámicas de las negociaciones formales en la Zona Azul—espacio gestionado por la ONU que acoge las negociaciones formales, a los líderes mundiales y participantes acreditados—no podría ser más marcado. En la cumbre oficial, la falta de un progreso significativo en la movilización de recursos dejó a las comunidades más vulnerables en una posición limitada. Mientras los líderes internacionales debatían sobre la distribución de fondos para la biodiversidad, los representantes de la base continuaban luchando por ser escuchados.
Esta desconexión plantea preguntas urgentes sobre cómo integrar verdaderamente las voces de base en los procesos internacionales para garantizar que las decisiones globales reflejen las necesidades de quienes están en primera línea en la lucha contra la crisis climática y de biodiversidad.
Una agenda ambiciosa con poca claridad operativa
La COP16 también destacó otros desafíos persistentes. Aunque el órgano subsidiario permanente es un desarrollo prometedor, su estructura y funcionamiento aún necesitan definirse, dejando cuestiones críticas sin resolver.
Por otra parte, la aprobación de un plan de trabajo hasta 2030 para garantizar el acceso de los PICL a recursos es una meta ambiciosa que, no obstante, carece de detalles claros sobre cómo se implementará. Estas lagunas operativas reflejan en parte las tensiones políticas y económicas que siguen obstaculizando el progreso de los acuerdos internacionales. Esto además se suma al desafío de acordar indicadores para monitorear los conocimientos tradicionales, un tema crítico que quedó pendiente en Cali.
Para futuras conferencias, es esencial mantener el enfoque en las voces de base. Fortalecer los mecanismos de financiamiento, definir marcos de monitoreo claros y fomentar colaboraciones entre movimientos locales y organismos internacionales serán claves para cumplir con los ambiciosos objetivos de la CDB.
COP16: La ‘COP de la gente’ que marca el camino hacia la COP30
Si bien COP16 marcó un hito en términos de participación e inclusión, queda mucho por hacer para garantizar que las comunidades locales y vulnerables no sean solo participantes simbólicos, sino agentes con recursos y poder real. Los resultados de esta cumbre no deben quedarse en el papel. Si los países más ricos no cumplen con sus promesas de financiamiento y si las estructuras operativas no se diseñan con claridad, los compromisos alcanzados en Cali podrían quedarse en meros gestos vacíos de contenido.
La COP16 fue histórica, sí, pero ahora es el momento de convertir la retórica en resultados tangibles. Porque, como bien demuestran las voces comunitarias, el cambio real comienza cuando se empodera a quienes han estado protegiendo la biodiversidad mucho antes de que los foros internacionales siquiera existieran. Es hora de cumplir las promesas, y no hay tiempo que perder.
En el marco de la biodiversidad y el cambio climático, la COP16 también subrayó la importancia del nexo entre ambas crisis. Esta aproximación integrada no solo refleja las interconexiones entre los ecosistemas y el clima, sino que también establece la base para estrategias sinérgicas más robustas hacia la COP30.
Sin embargo, los desafíos persisten. La movilización de recursos sigue siendo un obstáculo importante, las discusiones sobre un fondo más amplio de biodiversidad quedaron aplazadas y el marco de monitoreo para los indicadores de conocimiento tradicional aún necesita perfeccionarse. Resolver estas cuestiones será fundamental para garantizar el éxito de las metas establecidas en el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.
Es imperativo que las promesas de inclusión y sostenibilidad de la COP16 no se queden en palabras. El nivel de implementación y el compromiso con la acción son fundamentales para determinar si realmente estamos avanzando hacia un futuro más justo y sostenible para todos. La COP16 marcó el comienzo, pero la verdadera prueba será el cumplimiento de sus promesas antes de la COP30 del cambio climático en Belem, Brasil en 2025.
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