Hoy es Nochebuena o Nochevieja y, afortunadamente, la cultura dominicana todavía permite la tregua navideña. La gente se pone emotiva y los encuentros familiares y de amistad abundan. La vida productiva cesa, y hasta la política hace una pausa.
La ocasión es pertinente para que el Gobierno y su líder reflexionen sobre cómo reencauzar su administración.
Y es que, independientemente de los datos del Latinobarómetro 2024, que señalan el 68% de los dominicanos aprueba la gestión del presidente Luis Abinader, lo cierto es que después del retiro del proyecto de reforma fiscal, el Gobierno no ha logrado resintonizar con la población. Tanto así que medidas que inicialmente son populares terminan generando crisis.
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Parte de lo que se debe hacer es centrarse y priorizar. Aunque se quiera, ninguna administración puede resolver de golpe y porrazo todos los problemas estructurales que arrastra República Dominicana. Sin embargo, priorizando, se puede avanzar en temas puntuales.
En el contexto actual, hay al menos tres problemas urgentes. El primero es la salud. La falta de acceso a un sistema de salud público, integral y preventivo cuestiona el pregonado crecimiento económico que, felizmente, durante años ha experimentado República Dominicana.
No es posible que sigamos siendo un país de desarrollo medio, pero que, a diferencia de los países de la región en situación similar, todavía el Estado dominicano sea incapaz de garantizar un derecho básico y fundamental como es la salud.
Y ojo, esto no pasa obligatoriamente por la construcción de megainfraestructuras. Más que grandes hospitales, hay que terminar de una vez y por todas los que están iniciados y priorizar las unidades de Atención Primaria, enfocándose también como en la atención. Esto, más que las megaobras, marcaría una diferencia.
El segundo tema es la calidad de la educación. El presupuesto está, pero es preciso seguir avanzando en la correcta gestión del dinero para lograr que un mayor porcentaje se destine a la calidad. No puede seguir sucediendo que la mayor parte se va en gastos administrativos.
El reto es doble. Por un lado, el Gobierno debe continuar sus esfuerzos por la despolitización. Lo técnico debe imponerse a la politiquería barata, permitiendo que quienes dirijan los subsistemas sean personas con los mejores conocimientos y experiencias, no simples compañeritos/as del partido. Segundo, el gremio debe poner de su parte. La ADP no puede pretender que el 4% se vaya sólo en temas salariales, debe comprometerse con la calidad de la educación.
El último, pero para nada menos importante, es el tránsito. El caos nos ha ganado la batalla, y tiene implicaciones en la salud, la violencia y la economía. Tres mil personas mueren al año por accidentes de tránsito y los heridos representan un gasto astronómico para el Estado.
De entrada, la solución no requiere presupuesto adicional, sino más bien voluntad política para aplicar la ley y enfrentar, sin miedo ni populismo, los diferentes sectores e intereses que convergen en este tema (transportistas, camioneros, guagüeros, motoristas, contratistas, usuarios, etc.).
Aquí una pequeña agenda en la que el Gobierno pudiera enfocarse para relanzarse. Eso y un lavado de caras, propiciar algunos cambios internos, ayudarían a transmitir la sensación de certeza y frescura que se han perdido en el camino. De lograrlo, el Gobierno se anotaría un gol importante que, sinceramente, le hace falta.
Y puede hacerlo. En temas como seguridad ciudadana y reforma policial hay que reconocer esta gestión ha ido avanzando. Algo similar necesitamos para salud, educación y tránsito. Estos días de asueto navideño bien pueden servir para enfocar y relanzar el Gobierno. Aproveche estos días, señor presidente. Todo el país se lo agradecerá.
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