Desde el puerto de Helsinki, las gélidas y tranquilas aguas del mar Báltico se asemejan mucho a ese llamado “lago de la OTAN” al que muchos investigadores y políticos occidentales se refirieron, con tono triunfalista, tras la incorporación de Suecia y Finlandia a la Alianza por el creciente temor a la vecina Rusia. La realidad, sin embargo, es que, pese a que casi todo el territorio que lo circunda pertenece ya a la OTAN, Moscú aprovecha su escasa presencia en ese mar para intensificar las acciones de guerra híbrida en la región. El último ejemplo es el sabotaje que ha acabado esta semana con el corte de cinco cables submarinos que conectaban Finlandia con Estonia y Alemania.