Al liderazgo político, económico, social y religioso nacional (1/4)
Abordaremos en una serie de cuatro publicaciones, la desinformación en tiempos de incertidumbre como un desafío contemporáneo, tópico que ha emergido como una de las principales amenazas en la era de la tecnología de la formación y comunicación, especialmente en momentos de incertidumbre donde la inestabilidad generada por crisis sanitarias, económicas, ambientales y geopolíticas. Desde crisis sanitarias hasta conflictos geopolíticos, los períodos de inestabilidad generan un terreno fértil para la propagación de noticias falsas, teorías conspirativas y narrativas manipuladas, en este contexto, la capacidad para discernir entre información veraz y falsa se ha convertido en una práctica esencial que amerita habilidad para identificación.
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La incertidumbre es resultado del vacío de conocimientos muchas veces llenado recurrentemente con especulación o información engañosa, sumándose la rapidez con la que se comparte la información a través de las redes sociales, las que actúan como amplificadores de contenidos sin verificación previa, este fenómeno se intensifica debido a la necesidad urgente de respuestas claras y comprensibles.
Un ejemplo paradigmático de este fenómeno lo constituyó la pandemia del Covid-19, donde la desinformación ocupó parte importante de los espacios virtuales. Remedios caseros milagrosos, teorías conspirativas globales atribuidas a la enfermedad, sobrecargaron de información (infodemia) al colectivo social, dificultando la capacidad de las personas para tomar decisiones adecuadas en el proceso de combatir la covid. De manera similar, en crisis políticas como las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016 y 2020, la desinformación fue usada como arma para manipular la opinión pública, sembrar desconfianza en los procesos democráticos.
En la actualidad, cuando se refiere la desinformación no se limita a noticias falsas tradicionales, sino que incluye, además, tecnologías avanzadas como los «deepfakes» (videos, imágenes o audios generados por inteligencia artificial falsos que pueden parecer reales) lo que se convierte en muy preocupante ya que dificulta determinar lo verdadero de lo falso; las cuentas automatizadas realizadas por sofware de modo repetitivo (bots) y las campañas coordinadas de “trolls” (personas que publican mensajes ofensores).
Asimismo, muchas plataformas digitales, diseñadas para maximizar la atención del usuario, se han focalizado en priorizar el contenido sensacionalista o controvertido, donde la información falsa tiene presencia constante.
Abordar la desinformación en tiempos de incertidumbre requiere un enfoque multifacético donde la alfabetización mediática, como resultado de los avances tecnológicos se convierte en componente esencial al permitir a las personas desarrollar habilidades críticas para evaluar la credibilidad de las fuentes y detectar contenido manipulado.
Los gobiernos y las organizaciones internacionales deben trabajar en conjunto para establecer regulaciones claras y precisas que combatan la desinformación sin socavar la libertad de expresión. Esto incluye la promoción de iniciativas para verificar información en tiempo real y la colaboración de expertos en tecnología que permitan detectar y neutralizar campañas de desinformación.
Las entregas que hoy iniciamos están sustentadas en fuentes comunicacionales de reconocida reputación en sus análisis como The Economist, Financial Times, Mckinsey, Project Syndicate, Wall Street Journal, The Wired y The New York Times, entre otros.
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