Cada año, el Martes Santo cobra un significado especial dentro de la Semana Santa, no solo por su carga simbólica, sino por los profundos acontecimientos que se recuerdan en esta fecha. La Iglesia católica lo conoce también como el Martes de Controversia, un día en el que Jesús fue públicamente desafiado por líderes religiosos y sociales, y donde se anticiparon los momentos más dolorosos de su pasión.
Un día de confrontación pública
Según los evangelios, durante este día Jesús fue interrogado por los fariseos, saduceos y herodianos, grupos que representaban distintas posturas frente al dominio del Imperio Romano sobre Judea. Le cuestionaron abiertamente sobre su autoridad para predicar, realizar milagros y desafiar las estructuras religiosas existentes, ya que no pertenecía al sacerdocio oficial.
En respuesta, Jesús pronunció una de las frases más conocidas de la Biblia:
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21),
una sentencia que ha sido interpretada durante siglos como una guía sobre la relación entre la fe y el poder político.
La traición y la negación
Pero el verdadero dolor de ese día no vino solo de afuera, sino de su círculo más cercano. Durante la cena con sus discípulos, Jesús anunció que sería traicionado por uno de ellos. El relato bíblico identifica a Judas Iscariote como el responsable de entregarlo por treinta monedas de plata, lo que desencadenaría su arresto y posterior crucifixión.
Ese mismo encuentro fue también escenario de otro anuncio: Pedro, uno de sus discípulos más leales, lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Ambos actos marcaron profundamente a Jesús en su dimensión más humana.
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Un momento decisivo en la historia cristiana
El Martes Santo también es un día para reflexionar sobre la lucha de Jesús contra la hipocresía religiosa, su valentía al enfrentar a las autoridades y la tristeza de ver cómo el miedo y la ambición rompían la lealtad de quienes lo acompañaban.

Evangelio del día (Juan 13, 21-33.36-38)
En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró:
«En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará».
Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?».
Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
Cuando salió, dice Jesús:
«Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros».
Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús:
«¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».
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