Estephany AntiguaLa madrugada del 8 de abril del 2025 marcó una tragedia sin precedentes para la República Dominicana y el mundo: el colapso del edificio de la discoteca el Jet Set, una estructura icónica de Santo Domingo, dejando un saldo devastador de 231 personas fallecidas, entre ellos ciudadanos de distintas nacionalidades.
El país entero ha llorado, y más allá de las lágrimas, es inevitable hacerse preguntas que tocan desde lo estructural hasta lo espiritual.
Jet Set, famoso por ser un templo del entretenimiento nocturno, celebraba cada lunes una fiesta que reunía a figuras del espectáculo, la música y la farándula.
La noche anterior al colapso no fue diferente, salvo que sería la última. El desastre no sólo dejó una cicatriz profunda en el corazón de los dominicanos, sino que también encendió todas las alarmas sobre cómo gestionamos nuestras edificaciones, la seguridad estructural y nuestras prioridades como sociedad.
Un edificio de más de 50 años, con antecedentes de un incendio en el 2023, soportando cargas adicionales como compresores, generadores y equipos de sonido pesados, sin una intervención seria ni auditorías técnicas suficientes… ¿Era sólo cuestión de tiempo? La ingeniería y la ciencia están diseñadas para ser auditables, y es deber de las autoridades ingenieros, peritos y Ministerio Público dar respuestas claras y contundentes.
La sociedad merece saber: ¿fue negligencia, abandono, falta de supervisión o todo junto? Y lo más importante: ¿habrá consecuencias legales para los responsables?
Pero en medio de tanta búsqueda de explicaciones humanas y técnicas, hay quienes miran hacia lo alto en busca de sentido. El dolor abre una puerta a la introspección espiritual. Muchos se preguntan: ¿Dónde estuvo Dios en medio de esta tragedia? Pero quizás la pregunta debería ser otra: ¿Dónde ha estado el ser humano respecto a Dios?
La fe cristiana enseña que Dios nos otorga libre albedrío. Él no interfiere en nuestras decisiones, pero sí advierte. Desde el Génesis hasta los Evangelios, la Biblia propone un diseño divino para la humanidad, muchas veces ignorado o incluso ridiculizado por la modernidad. En Génesis 2:24 se habla de la unión entre hombre y mujer como base del diseño divino para la vida; en Génesis 19, la destrucción de Sodoma y Gomorra aparece como una consecuencia de una sociedad que decidió vivir al margen de ese diseño. En Números 16, la rebelión de Coré muestra las consecuencias de la arrogancia humana frente a Dios.
No se trata de culpar a Dios, sino de asumir que el rumbo que toma una sociedad tiene consecuencias. Cuando lo material, lo superficial y el entretenimiento se vuelven lo central a costa de valores, seguridad y responsabilidad es inevitable que lleguen las advertencias. Algunas veces son suaves; otras, terribles.
¿Es este pensamiento radical? Puede ser. Pero también es una invitación a mirar más allá del desastre físico. No se trata sólo del colapso de una estructura de concreto, sino del colapso de una estructura espiritual que necesita urgentemente reconstrucción.
El país necesita justicia, sí. Pero también necesita reflexión. Porque, a veces, Dios llama por amor… y cuando no se escucha, llama por dolor.
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