Pasando con rapidez de lo latente a lo explícito, sobre las posibles causas del desplome del techo que ya va por 231 víctimas mortales, ahora emerge una narrativa que parece dirigida a descartar indicios y signos precursores del colapso de los que tanto han hablado quienes estuvieron allí hasta poco antes de lo peor. Curioso anticipo mediático a una minuciosa indagatoria de expertos que ya comienza y cuya objetividad y contundente fin de establecer la verdad se suponen garantizados desde ya por el presidente Luis Abinader que la dispuso. Novísima interpretación de lo ocurrido a despecho de declaraciones in situ e inmediatas al desastre de quienes previamente percibieron erosiones de la gruesa losa superior con profusión de un polvillo ominoso con rango de ave de mal agüero; además de la presagiosa y persistente caída de fragmentos del hormigón que alertaron a algunos a abandonar el lugar y que hoy están vivos para contarlo. Parecería en marcha una difusión movida interesadamente con improvisación de testimonios de especialistas recogidos a distancia de lo ocurrido y al margen de investigadores oficiales de este infausto hecho.
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Por ese camino, descartados lo sísmico y la debilidad cenagosa del suelo que hubieran podido conducir al desplome homicida, con cualquier descuido la caída quedaría para la historia como “sin causa conocida”. Obra y desgracia de la casualidad. Un fracaso de altísimo costo en vidas pero sin padre ni madre conocidos. Cuando todavía faltan lágrimas por enjugar tras el brusco final de tantos seres humanos, tiende a volverse clamor desde la diversidad de la comunicación social la demanda de que sea establecido todo lo previamente hecho o dejado de hacer. Si hubo estricto respeto a las normas de la ingeniería que garantizaran firmeza a lo edificado originalmente, a los anexos y alteraciones posteriores que están a la vista y que por antigüedad pudieran haberse convertido en un mayúsculo peligro público. Periódicas revisiones, privadas y oficiales, por ley o por ineludible compromiso con la integridad del asiduo público, hubieran descubierto los sospechados potenciales de un desastre que ahora serían certificados para hacer justicia.
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