Toda identidad es un producto social e histórico. Hay identidades luminosas, triunfantes y orgullosas; y las hay deterioradas, como lo establece Goffman en su obra “Estigma”. Describe tres tipos de identidad: la personal, la social y la identidad sentida o del yo, que es de carácter subjetivo.
Aunque estamos acostumbrados a pensar en los haitianos como un grupo racial y cultural homogéneo; la realidad es que se trata de muchos tipos raciales y culturales, debido a la diversidad de orígenes tribales. Abundan los fenotipos y los genotipos raciales, y las creencias religiosas diversas, a pesar de las mezclas raciales durante los cientos de años que están en ese territorio mezclándose y conviviendo.
Esto, aparte de los grupos mezclados con blancos europeos. Los estudiosos hablan de docenas de categorías raciales, con sus diferentes valoraciones y prejuicios respectivos entre estas, sin contar los recientes elementos diferenciadores, como la educación, los niveles de ingreso, y desde luego, las influencias de las religiosidades europeas desde su llegada a estas tierras.
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He insistido en la elegancia y la distinción que tienen a menudo los miembros de las élites. Especialmente los negros y mulatos de familias de altos niveles de ingreso o estatus social, a quienes tuve el gusto de tener como amigos en mis años de estudiante en otros países.
Entre los haitianos que residen en RD hay de diversas filiaciones religiosas. Y entre sus feligreses abundan artistas muy depurados, por ejemplo, coros musicales de un gran refinamiento y belleza espiritual.
El pueblo haitiano ha tenido una larga historia de esclavitud y pobreza, al punto que su independencia, heroica en muchos sentidos, fue proceso de venganza sangrienta, y su vida republicana se fundó en el racismo extremo. Producto de la más brutal de la vida esclava, del abuso bestial de los empresarios “colonizadores” franceses.
Pueblos hay que ni siquiera tienen una identidad definida, aunque fácilmente perceptible y observable desde afuera, por los extraños.
La identidad de los dominicanos es radicalmente diferente. De hecho, se trata de una identidad fuerte y definida en gran medida por las luchas, las invasiones, las humillaciones y sufrimientos a los que hemos estado expuestos, que incluye de manera especial la dominación haitiana y las luchas independentistas y de restauración.
Precisamente, la constante amenaza de la penetración y las invasiones haitianas nos han forzado a tener una identidad más definida. Al punto que ni siquiera el color de la piel es un factor de relevancia consciente para nuestra identidad.
Nuestros fundadores, habiendo tantos negros y mulatos en nuestra recién fundada nación, obligó moralmente a todos los criollos a borrar de su sistema perceptual y valorativo muchos preconceptos y prejuicios respecto a las razas.
Un dominicano no puede pensar despectivamente de un negro a causa de su color: su subconsciente se lo impide. Haga usted la prueba. Somos auto reprimidos en ese sentido. El racismo es una especie de tabú en nuestra cultura, porque la gran mayoría “tenemos el negro detrás de la oreja». Gracias a Dios. Somos un hibridismo socio espiritual. (Continúa, DM).
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