La enfermedad de las adiciones está aumentando de forma acelerada problematizándoles la vida a familias, parejas, personas, grupos sociales y al propio Estado en lo que tiene que ver con política de drogas, tanto en la prevención, diagnóstico temprano, desintoxicación y tratamiento. Décadas atrás se hablaba de la adicción al alcohol, marihuana, cocaína, LSD, anfetaminas etc.
Hoy, existen nuevas adicciones como son: adicción al juego, a las compras, al sexo, a las comidas, al ciberespacio, a los celulares y a comportamientos que cada día se van sumando a los trastornos adictivos.
Hay que tenerlo bien claro, las adicciones no son problema de “pobre carácter, falta de voluntad y de ausencia de valores y decisiones, o de personas débiles o flojas”. Además, no es una enfermedad de delincuentes o de personas sin control que actúan solamente por sus vicios o por el placer.
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Las adicciones son enfermedades del cerebro que tiene comprometida áreas especifica como son: los químicos cerebrales, ejemplo, la dopamina que tiene que ver con el placer o la zona de la corteza orbito prefrontal mesolímbica que, compromete el impulso y la gratificación; además, las amígdalas cerebrales y otras estructuras que son las que favorecen a la aparición del síndrome de abstinencia: la ansiedad, nerviosismo y el descontrol en volver a buscar y usar la droga para poder calmarse y sentir la sensación de “bienestar”
Sin embargo, en las adicciones hay un componente heredo-familiar, es decir, causa genética, o tomar en cuenta los factores psicosociales, ambientales, tipo de personalidad y la falta de resiliencia social.
Los psiquiatras sabemos del costo psicosocial y personal que dejan las adicciones: pérdida de trabajo, falta de proyecto en la vida, destrucción de familia, pareja, malas relaciones interpersonales y grupales; además, problemas financieros, de conducta y de pobre resultado de vida en todos los órdenes.
Niños y adolescentes se encuentran atrapados en las adicciones a videojuegos, ciberespacio, y juegos en líneas y celulares. Además, ha aumentado el consumo de marihuana y cocaína rosada en jóvenes.
Las adicciones ocupan la tercera causa de ocupación de camas hospitalaria. Pero también, se asocia a la violencia social y a conductas de alto riego psicosocial.
En los momentos actuales, nos encontramos sin respuestas desde el Estado debido a la falta de unidades de desintoxicaciones y de programas de rehabilitación psicosocial para los adictos o dependientes de drogas.
Son miles los jóvenes que tienen una vida arruinada por la dependencia a las drogas y, como toda enfermedad crónica, el deterioro va aumentar sino reciben la ayuda terapéutica y los seguimientos de programas de apoyo.
Se espera que, para las próximas décadas de cada cinco familia, una tiene la probabilidad o el riesgo de tener que afrontar un problema por comportamientos adictivo de un hijo o de un padre.
Todos tenemos que crear consciencia sobre las adicciones y el daño al cerebro y a la salud mental en general.
Aquellas familias, personas e instituciones que se niegan en aceptar las alteraciones quimico-cerebral de las drogas y sus repercusiones en la salud mental, terminan permitiendo el deterioro crónico de los adictos y aumentando los problemas psicosociales y judiciales.
Se necesita mayor inversión en salud mental y en las políticas públicas sobre las adicciones y sus tratamientos.
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