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El orgullo de ser banilejo

Los que nacimos, nos criamos, nos educamos y hasta nos casamos en el valle de Peravia durante el siglo pasado, y todavía respiramos y podemos compartir con amigos y familiares en diversos estados de movilidad y lucidez, tenemos un cariño muy especial para este día calendario en que se celebra la fiesta religiosa de la virgen de Regla con la presentación del Niño en el Templo.

Son las fiestas patronales de amplio arraigo entre los que llevamos en nuestra sangre los vestigios de la que se mezcló con las aguas de los ríos Baní, Ocoa, Nizao o de pozos de los cuales pese a su limitado caudal nos sembró el orgullo de un territorio donde se vivía del trabajo arduo y tesonero originando una sensación y sentimiento de propiedad del pequeño valle de Peravia donde las montañas en el norte y el mar Caribe en el sur encajonaban a los banilejos con plena conciencia de sus deberes para con su lar natal y con su Patria.

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La mayoría fuimos originarios de migraciones de las islas Canarias que llegaban en abundancia de esas islas ubicadas a la salida del continente europeo. En nuestra isla encontraban un ambiente similar al que habían dejado atrás trayendo su tremenda vocación por el trabajo agrícola, al encontrar tierras preñadas de esperanzas rápidamente se asentaron para formar sus hogares, sus parcelas y eran asentamientos humanos de profundas raíces hispanas.

Las familias canarias encontraron en la isla su renacer después de abandonar sus islas a la entrada de Europa. Las habilidades y de aplicación al trabajo agrícola impulsó a que las tierras del valle de Peravia eran excelentes productoras de rubros agrícolas. Apareció la novedad de la excavación de regolas llamadas así a los canales que surcaron las tierras del valle.

Pero al mismo tiempo que el pequeño pueblo crecía y trazaba sus calles y albergaba a su patrona la Virgen de Regla, en un rancho de cana se fue desarrollando un nivel cultural digno de admiración con lo aplicados que eran sus habitantes a la educación y a la labor intelectual .

Construida su iglesia en el centro del pueblo poco a poco fue tomando su forma actual en que Eugenio María de Hostos, a finales del siglo XIX, observó una muchedumbre de hombres, mujeres y niños que venían del río acarreando en todo tipo de envases piedras, arena del río Baní para buscar los agregados contribuyendo a la reconstrucción de la iglesia

Los banilejos vieron finalizada su iglesia dedicada al culto de su patrona a finales del siglo XIX. Varias reconstrucciones fueron realizadas hasta que en enero de 1962 un severo terremoto la afectó bastante. Esa vez los oficios religiosos fueron trasladados al centro parroquial que pocos años antes se había construido por la iniciativa del recordado sacerdote canadiense Lorenzo Hart, en 1960.

Recordamos a Baní en su etapa de calles muy limpias y las casas alineadas techadas de cana y de tablas de palma. Durante la mitad del siglo pasado era tradicional que el día de la víspera de la fiesta llegaba la banda de música de los bomberos de Santo Domingo y su vibrante música desde las cinco de la tarde estremecía la calle principal del pueblo hasta llegar al parque central donde se ofrecería un concierto. Fue una tradición que prometió el profesor Luis Parahoy y se cumplió hasta finales del siglo pasado.

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