En junio 28 de 1953, Balaguer pronunció un memorable discurso en San Francisco de Macorís, inaugurando un palacio escolar. En el exordio Balaguer enaltece a Trujillo y a Juan Bautista Colvert, ministro de Hacienda de Francia cuando Luis XIV regía ese inmenso imperio. Colvert, a diferencia de las administraciones de sus antecesores se opuso a los gastos inútiles, a los empréstitos y se constituyó durante 30 años en paradigma de la teoría de que los presupuestos deben ser siempre equilibrados, con grandes saldos para programas a favor del Estado y Trujillo, también enemigo acérrimo de la política administrativa de quienes precedieron en el mando, saneó el presupuesto nacional y se erige, por primera vez, en la historia dominicana, en el inspirador de una política económica libre de influencias foráneas, independizando la economía del país de injerencias extranjeras. Colvert, como figura de dictador económico con sentido humano y con firme sensibilidad social lo llevan a convertirse en el mejor amigo de los trabajadores y Trujillo igualmente implacable con los dilapidadores suaviza hasta la ternura la aplicación de sus principios económicos e ideas de gobierno para poner con prodiga generosidad los recursos de la administración al servicio de las clases necesitadas, lo que se convierte en fecundos resultados en la economía. Balaguer comparó a Trujillo y Colvert y hasta los igualó diciendo: “Analizando el pasado se llega a la conclusión de que, en toda la historia, el único hombre de Estado al que Trujillo se parece es Colvert”. La afirmación más trascendente que Balaguer hizo en ese discurso es la siguiente: “Todo lo que hizo Colvert para dotar a Francia de una de las economías más solidas del mundo se vino a tierra, con desconcierto, con las dilapidaciones de su propio hijo, hasta el extremo que se indicó que en su lápida debía escribirse, como epitafio la siguiente expresión: El esplendor ha muerto”. Los funcionarios de más alto nivel del Palacio Nacional interpretaron esa afirmación sobre el hijo de Trujillo como premonición de que la riqueza acumulada para el país por Trujillo podría ser dilapidada en poco tiempo por su propio hijo. Con esas palabras Balaguer descalificaba a Ramfis para ser el sucesor de su padre. Ya en ese momento Trujillo había descartado la posibilidad de que su gobierno y su era se prolongarían bajo el mando de Ramfis, su primogénito y su más apreciado hijo. Cuando Ramfis nació, Trujillo pensó en formarlo para que fuera su sucesor y gobernara en la ampliación de la era de Trujillo. A una edad de 5 años le nombró coronel del Ejército procurando que asimilara la disciplina militar. Ya en su juventud y entrando a la madurez, Trujillo envió a Ramfis a tomar un curso de Estado Mayor en una importante Academia Militar de EE. UU., pero fue dado de baja de ese curso lo que enojó profundamente a Trujillo. Cuatro años después del discurso de Balaguer se celebraron “elecciones” en las cuales el partido oficial no llevó como candidatos lo que deseaban los amigos de Ramfis: “Trujillo presidente; Trujillo, hijo, vicepresidente”. En lugar de ello Trujillo sometió otros candidatos que no incluían a Ramfis: Héctor Trujillo Molina (Presidente) y Joaquín Balaguer (Vicepresidente).
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Cuando Balaguer en su discurso excluyó subliminalmente a Ramfis como sucesor de Trujillo sabía de antemano que ya Trujillo lo había excluido como sucesor puesto que, cuando Trujillo hablaba con sus íntimos amigos expresaba, con dolor y decepción: “Ramfis no sirve para nada”. La decepción de Trujillo respecto a su hijo se profundizó cuando Ramfis fue dado de baja del curso de Estado Mayor y, en lugar de estudiar, llevó en Estados Unidos una vida indisciplinada llena de placeres que incluyeron relaciones románticas con deidades del celuloide dentro de las cuales su preferida, su Afrodita, era Kim Novak el símbolo sexual femenino de la época, con un rostro tan hermoso que parecía ser la réplica humana de una pintura realizada por el pincel de algún artista del Renacimiento. Las proporciones de su cuerpo se comparaban ventajosamente con las proporciones de la Venus de Milo con la ventaja para Kim que a su cuerpo no le faltaban los brazos como a dicha escultura.
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