La democratización de la información encontró en las redes un amplio espacio que reorientó el sentido y penetración de lo noticioso. Así, se inauguraron modalidades con capacidad de romper con una vieja tradición que colocaba en pocas manos la noción de lo importante para ser publicado. El grado de control e influencia en la toma de decisiones públicas que se derivaron de editoriales, columnas de opinión, análisis periodísticos y encuestas, resultan incontables. Por eso, la época restrictiva y/o dosificada de los hacedores de noticia asignó un extraordinario poder a los diseñadores y arquitectos de corrientes informativas, dándoles una enorme capacidad y peso específico en la sociedad.
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Años han pasado y, en la actual coyuntura, cualquier ciudadano se reputa de impulsor de tendencias virales que alcanzan niveles de consumidores capaces de generar un alto impacto, superando a los medios convencionales. Por eso, el carácter de masificación de un modelo de información sin los filtros editoriales clásicos produce descontrol en la certeza de lo «noticioso». De ahí lo fake como nueva herramienta comunicacional que, proponiéndoselo o no, allana los caminos a los daños reputacionales y deja en los lectores criterios distorsionados alrededor de lo que aparece con categoría noticiosa.
El fenómeno derivado de todo el andamiaje de recomposición del sentido de la opinión, exhibe exponentes con bastante arraigo en segmentos determinados de redes, un poco confundidos al creerse que la cantidad de seguidores actúa de manera robótica transfiriéndole sus criterios al moldeador de mensajes, extremadamente convencido de que los índices de penetración pueden asociarse con credibilidad. Y a lo único que conduce esa postura es a alimentar el ego de los denominados influencers, altamente confundidos entre opinión pública y publicada.
Los pueblos poseen un sentido de inteligencia y un instinto fuera de discusión. En ese sentido, no poseen un impacto de credibilidad las dosis de chisme y banalidades que las valoraciones enjundiosas y articuladas de competentes exponentes en singulares áreas del conocido. Los primeros recrean y disparan los likes, pero los segundos están caracterizados por la respetabilidad de los juicios o comentarios que emiten.
Al final de la jornada, lo virtuoso de ampliar el sentido de lo informativo es un logro remarcable. Y las redes sociales consiguen el galardón de manera indiscutida. Eso sí, llegará el momento en que una legislación efectiva sin ningún ápice de restricción asegure jurídicamente la po
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