Hace 50 años se celebró en nuestro país un acontecimiento artístico sin precedentes e irrepetible en la historia de los espectáculos masivos. Durante siete días, los que estuvimos vivos y libres en ese entonces pudimos ser testigos, como espectadores, de algo increíblemente impresionante.
Cincuenta años son muchos, pero no tantos como para olvidar las circunstancias y los acontecimientos que de alguna manera marcaron nuestra existencia.
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¿Qué pasaba en nuestro país en 1974? El presidente Joaquín Balaguer había sido reelecto en unas elecciones marcadas por la ausencia de la oposición, que decidió no participar y las definió como una «farsa electoral». Esta decisión se dio en medio del clamor popular por la «libertad de los presos políticos» y el regreso de los exiliados. En ese tiempo, las cárceles del país estaban abarrotadas de políticos, y no cabía un preso más. Todo aquel señalado como «subversivo» era arrestado, incluidos militantes del PRD y, especialmente, los sobrevivientes de los movimientos de izquierda.
Tuve la oportunidad de asistir a la apertura y al cierre de Siete Días con el Pueblo. Para lograrlo, recurrí a un camuflaje: una gran peluca afro al estilo de Angela Davis, un maquillaje extravagante y unos tacones inusuales, que me hacían pasar por una artista. Era mi única manera de no perderme el espectáculo.
¿Por qué tuve que hacerlo? En ese tiempo, yo era perseguida. Un jefe de la policía de mi provincia había ofrecido una recompensa por mi captura, lo que me obligó a pasar seis meses encerrada. Sin embargo, me atreví a salir al Estadio Olímpico. Solo de recordarlo, mis ojos se llenan de lágrimas. La emoción de poder salir a la calle, de estar en ese espectáculo, de ver a la gente feliz respirando un poco de la libertad que les negaba la represión política, era indescriptible.
Josefina de Marchena me transformó esa ocasión. Ella sabía, al igual que yo, que no podíamos perdernos algo tan especial como la presentación de artistas españoles, latinoamericanos y dominicanos que se dieron cita en el evento. Era algo tan singular como ver a los policías encargados de «cuidar el orden» leyendo panfletos de los grupos que denunciaban la represión.
Ni ellos ni nosotros podíamos creer que algo así fuera posible. Pero el régimen permitió el espectáculo, ofrecido por artistas nacionales y extranjeros comprometidos con la libertad de los pueblos. Muchos de esos pueblos aún estaban sometidos a dictaduras y regímenes que, como en la República Dominicana de 1974, negaban las libertades públicas.
Siete Días con el Pueblo no puede entenderse al margen de la situación política de la época. Su éxito radicó en que, como un pequeño respiro de oxígeno, el régimen permitió que las voces de la «nueva canción» fueran escuchadas. Este espacio sirvió como una catarsis colectiva en la que el pueblo sintió que el festival era suyo.
Fuimos a escuchar a Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Víctor Manuel y Ana Belén, Noel Nicola, Lucecita Benítez, Danny Rivera, y los grupos Expresión Joven, con Ramón Leonardo, Puro Eduardo López, Manuel de Jesús y Chico González. También a Nueva Forma, con Víctor Víctor, Sonia Silvestre, Claudio Cohen y Luis Tomás Oviedo, y al grupo Convite, liderado por Luis Díaz. Además, cómo olvidar cuando Johnny Ventura estrenó la canción de Mamá Tingó, quien había sido asesinada en Hato Viejo por exigir tierra para trabajar.
Siete Días con el Pueblo fue un evento inolvidable que será recordado este domingo 1 de diciembre en la Biblioteca Nacional.
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