Por Julio Ravelo Astacio
El asma es considerada como una enfermedad crónica y es una de las principales afecciones no transmisibles que afecta las vías respiratorias. Su frecuencia ha aumentado en las últimas décadas en los países industrializados, este ha sido notable.
Es la enfermedad crónica respiratoria más prevalente en el mundo, con unos 300 millones de personas afectadas, hecho que genera una considerable merma en la calidad de vida de los enfermos y sus familiares. Se estima que en el futuro inmediato (5 años) la cifra pueda alcanzar los 400 millones de personas en el mundo.
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Entre sus principales síntomas encontramos:
- Sibilancias: son silbidos o sonidos agudos que se producen al respirar, durante la exhalación.
- Disnea: dificultad para respirar, sensación de opresión en el pecho y dificultad para exhalar completamente.
- Tos crónica: es una tos persistente, especialmente durante la noche o temprano en la mañana.
- Opresión torácica: sensación de presión o dolor en el pecho.
- Limitación de la actividad física: los asmáticos pueden experimentar dificultades al participar en actividades física o deportivas.
- Dificultad para dormir: causados por falta de aliento, tos o sibilancias al respirar.
- Dificultad para hablar.
- Ansiedad.
Los desencadenantes del asma son alérgenos que irritan los pulmones y provocan el ataque del asma, entre ellos vamos a encontrar: Alérgenos aerotransportados como el polen, ácaros del polvo, esporas de moho, caspa y pelos de animales, o los residuos de las cucarachas. Resfriado común, ejercicio físico intenso, el aire frío o seco, humo de tabaco, contaminantes del aire irritantes. Algunos medicamentos, incluidos los betabloqueadores, los antiinflamatorios no esteroideos, pueden contribuir a la aparición de las crisis.
Conviene resaltar, amigo lector, la carga emocional que esta enfermedad conlleva para pacientes y familiares. La crisis asmática es un cuadro aparatoso y en el cual parecería que la persona se va a quedar sin aliento. El esfuerzo para lograr la respiración, las sibilancias y la tos generan un ambiente familiar de mucha angustia y ansiedad. Por ello, no les resultarán extrañas estas advertencias de padres y familiares: “Está lloviendo, no salgas”, “No te mojes”, “No hagas desarreglos para que no te de la crisis, para que no se te apriete el pecho”, “Cuídate, no quiero que tengamos que internarte”, “¡Abrígate, muchacho, que está haciendo mucha brisa!”. Y es que las madres, en particular, y en general, toda la familia, sufren, se angustian con sólo pensar que una nueva crisis pueda afectar a su vástago. Esa excesiva preocupación muchas veces genera aprehensiones, temor a una nueva crisis, lleva a toda la familia a desarrollar importantes niveles de hiperprotección al paciente, con lo que, sin proponérselo, limitan el desarrollo de sus habilidades, provocando en consecuencia inseguridad y baja autoestima al considerar que no puede por sí solo hacer frente a su quebranto y las limitaciones inherentes al mismo.
El asma puede limitar la participación en actividades físicas, sociales, recreativas. La actividad productiva se limita considerablemente cuando las crisis son frecuentes. La cronicidad de la enfermedad y sus complicaciones pueden aumentar el riesgo de depresión.
Los padres y cuidadores de niños asmáticos tienden a sentir preocupación constante por la salud del enfermo, esta situación puede generar ansiedad y agotamiento emocional. El asma bronquial puede afectar la dinámica familiar, ya que los miembros de la familia deben ajustarse a las necesidades del paciente asmático y ello puede incluir cambios en la rutina diaria, limitación de actividades familiares y posibles tensiones emocionales entre los miembros debido a la constante atención y preocupación.
Sugerencias:
- Adherirse al tratamiento.
- Asumir con responsabilidad el cuidado y las atenciones del paciente.
- Cuidarle y protegerle, sin llegar a la sobreprotección que podría condicionar el desarrollo armónico de su personalidad.
- Evitar los elementos desencadenantes.
- Vacunarse para prevenir infecciones respiratorias.
- Mantener el hogar limpio, lavar las sábanas con frecuencia, evitar alfombras en áreas comunes.
- Procurar orientaciones de un especialista en neumología y soporte de profesionales de la salud mental para el apoyo emocional.
El asma como enfermedad no tiene cura, pero, con los avances de la medicina, hoy día podemos garantizar un mejor control de las crisis a pacientes, para que puedan vivir con ella de manera saludable y emocionalmente estables.
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