A Bachar el Asad le salvaron Rusia, Irán y Hezbolá. El dictador sirio logró en la década pasada retener el poder en Siria gracias al apoyo de esos actores. En los últimos años, el escenario parecía relativamente estable. Pero ahora Moscú se ve mermada por el esfuerzo inmenso en su ilegal guerra contra Ucrania, Teherán se halla debilitada por los ataques de Israel y la milicia libanesa está hundida tras la demoledora ofensiva israelí. La menor capacidad de respaldo de los aliados es el elemento crucial para entender el avance relámpago de los rebeldes sirios, un conglomerado heterogéneo de fuerzas islamistas radicales y otras milicias para las cuales Turquía representa un respaldo decisivo.