Andar por la Carretera Duarte, para toda persona con un mínimo de consciencia es un verdadero estrés y una experiencia de alto peligro.
Recientemente el presidente Luis Abinader anunció un supuesto “Pacto por la Seguridad Vial”, pero que de “pacto” en sí, lo presentado al público no tiene nada, porque se trató de un plan de trabajo del INTRAN, que debe de ser lo rutinario en una institución llamada a presentar soluciones y resultados ante la grave situación del tránsito vehicular y las alarmantes cifras de accidentes del país.
Sin embargo, por más que insistan en el tema de “educación vial” en las escuelas, la realidad es que no se gana nada con repetir una y otra vez en la las reglas de tránsito, que se supone que toda persona que tiene una licencia de conducir conoce, ya que para conseguirla hay que pasar por un examen teórico, y luego salir a la calle y darnos cuenta de que aquí sólo detienen por exceso de velocidad o saltarse un semáforo en rojo sólo a los vehículos privados, más aún, a los que se perfilan de personas clase media hacia arriba.
En medio de tanta torpeza y falta de cultura de manejo seguro, los arreglos en la Carretera Duarte, nos incrementa el riesgo de accidentes, debido a que aumentan carriles hacia la izquierda por unos cuantos metros, ensanchando y luego estrechando la vía, justo frente de barrancos y puentes.
A diferencia de otras carreteras que una vez se amplían las vías hacia la derecha con señalización para que los camiones de carga ocupen ese espacio, dando un desahogo a los demás vehículos para adelantarles, la Carretera Duarte hace lo contrario, amplia un tercer carril a la izquierda invitando a que este sea de alta velocidad que te permita hacer algún rebase, sobre todo, a la gran cantidad de camiones que por ahí transitan, sin embargo, el trecho de esta ampliación puede no resultar suficiente cuando la hilera de vehículos es larga, dejándote sin más remedio que frenar de repente y probablemente con vehículos detrás de ti que con suerte también frena antes de golpearte.
Aunque parezca repetitivo y cansón, el asunto está en la falta de régimen de consecuencias y la poca campaña de sensibilización acerca de la actitud al volante, porque las reglas básicas todos la saben. Por ejemplo, ¿Quién que conduce no sabe lo que significa una luz direccional? Estoy segura de que la respuesta es “NADIE”, la pregunta que sigue sería: ¿Por qué no somos capaces de dar preferencia a quien pone una luz direccional para tomar un túnel o elevado, o para rebasarle a un camión de carga en una carretera?
Lo que más me llama la atención de este dichoso “Pacto” del que ya nadie habla, porque parece que “LA Semanal” se ha convertido en una actividad para entretener a la población rebuscando qué mostrar cada lunes, se basa, en sentido general, pactar para cumplir la ley, no para adoptar medidas extraordinarias por parte de sindicatos e instituciones que ayuden a disminuir accidentes y maneo irresponsable.
Mientras tanto, tenemos una carretera intervenida en muchos tramos al mismo tiempo con pocos letreros de precaución, donde ningún agente de tránsito es capaz de parar a un vehículo por prácticas peligrosas como: andar con mercancía mal asegurada, camiones con tierra o arena que van esparciendo piedrecitas “rompe cristales”, vehículos pesados con gomas lisas, vehículos de pasajeros que andan de manera temeraria, vehículos a baja velocidad en el carril izquierdo, incluso, quienes conducen a muy alta velocidad con manejo temerario con la costumbre de pegarse a poca distancia del vehículo que va delante, como si eso fuera normal y no representa el peligro del poco espacio de reacción ante cualquier situación inesperada que pueda presentársele a quien va delante, tampoco son fiscalizados con rigurosidad.
Este tipo de “arreglos” que empeoran la seguridad vial y agudizan el peligro, es lo que estamos experimentando en la Carretera Duarte. Hablando con varias personas residentes en el Cibao, me dicen de la inseguridad que sienten con esta clase de inventos.
A Dios que nos proteja, mientras este Gobierno sigue inventando para empeorar las condiciones de riesgo, ante esta falta de cultura de civismo vial arraigada en la población.
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