La decisión del presidente Yoon Suk-yeol de levantar la ley marcial en Corea del Sur, seis horas después de haberla decretado, ha sido acogida con un suspiro de alivio en Estados Unidos, su mayor aliado global, que veía estallarle entre los dedos una crisis repentina cuando Washington se encuentra en plena transición de poder. El Gobierno estadounidense seguirá de cerca las consecuencias de estos acontecimientos en la estabilidad de un socio imprescindible en su estrategia para contrarrestar a China, Rusia y Corea del Norte.