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Entre el enérgico pregón de los pesimistas y unos cuantos vientos favorables

Aunque los primeros cien días del período gubernamental en curso (2024-2028) no permitirían decir mucho fuera del impacto negativo en el imaginario colectivo de unos traspiés de gestión con posibles mermas de popularidad, la República Dominicana de largo plazo -de lo vivido recientemente y lo por vivir- está expuesta a valoraciones situadas a los extremos del bien y el mal, mientras desde importantes liderazgos de opinión se sustentan criterios libres de maniqueísmos que reflejan una realidad aceptablemente favorable al país. La lucha entre la verdad y la postverdad parece en pie.

Mientras, adherido a un énfasis para defender en toda época su gestión de poder, el presidente Luis Abinader se describe como gobernante que da cara para resolver los problemas del país y tener conexión con gente de todos los estratos, sin dejar de reflejarse preocupado porque sus compañeros de ruta en el manejo de la cosa pública se comporten siempre como guardianes de los principios que sustenta. Las más recientes críticas a esta etapa de su administración, van dirigidas mayormente a supuestas debilidades y omisiones en los planos altos del Gobierno. No ha faltado acusaciones de que en algunas cúspides del oficialismo las brújulas están fallando.

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La maquinaria opositora, concentrada en desconocer toda señal de éxito de políticas públicas, luce mejor engrasada y contundente que nunca. Una que resalta alegados indicios de corrupción, ineficiencia y pésimo manejo económico, apenas desde los pasos iniciales del cuatrienio.

El expresidente y líder supremo de la Fuerza del Pueblo, Leonel Fernández, ha sido uno de los más ácidos en sus tachas a las autoridades. Y el expresidente Danilo Medina no se ha quedado atrás «para despotricar contra el Gobierno», escribió recientemente el redactor que se mueve en temas políticos en las páginas del vespertino El Nacional, Ronny Mateo.

Unidos como si en ningún momento anterior se hubieran estado tratando como perros y gatos, las bancadas de diputados del peledeísmo y el leonelismo hicieran causa común para acusar al Gobierno, a propósito de la eminente aplicación del presupuesto 2025, de acrecentar un déficit fiscal de RD$450,900,390, con el programa de gasto e inversiones de mucho más de un billón, como si quisieran transmitir la impresión de que el país se acerca a una insolvencia que le cerraría las puertas al endeudamiento externo que no ha parado de crecer.

OTRAS VISIONES

Un rayo luminoso disparado desde la agencia crediticia Standard and Poor´s acaba de certificar que importantes rasgos macroeconómicos de los que dependen otras bondades, se manifiestan en la calificación de riesgo de República Dominicana, indicando que está en ¨BB con perspectiva estable» y citando lo que denominó: «el destacado liderazgo regional de la economía dominicana en términos de crecimiento».

Y por si faltaran más augurios de dulce sabor, la Encuesta de Coyuntura Industrial (ECI) confirmó en su boletín de esta semana, que en el trimestre octubre-diciembre, cuando apenas comenzaba la segunda gestión de Abinader, el Índice de Confianza Industrial (ICE), estimulador de inversiones, subió a 57.8, mostrando consistencia al mantenerse sobre los 60 puntos, suficientes para no presumir que la economía dominicana marcha proclive al colapso. No parece que el Diablo pueda llevársela a mediano plazo.

El más reciente vaticinio de la institución de las magias que hacen marchar la economía por reconocidos predominios de equilibrios y estabilidad que admiran al mundo, que es el Banco Central, es de que la economía va a crecer en torno a 4.5% y 5.0% en el 2025 que toca a las puertas. Al mismo tiempo, la inflación cerraría en torno a 3.5%, convergiendo a 4.9%. Impresionante que la exitosa entidad que da fundamento al movimiento financiero dominicano informe desde ya que el déficit de cuenta corriente sería de 3% del PIB, pero que estaría totalmente cubierto por la inversión extranjera directa que superaría los US$4,500 millones y un monto de remesas de US$10 mil 500 millones. El peso dominicano sobre un colchón de las papeletas que dominan el comercio mundial.

VISIBLE OBJETIVIDAD

Lo que se ve desde la atalaya del ejecutivo periodístico de reconocido ejercicio, Aníbal de Castro, es que «los cimientos del país son sólidos y su economía mantiene un desempeño ejemplar en la región. Los signos vitales de la economía dominicana son innegablemente positivos. La inflación está controlada dentro de los márgenes esperados, proyectando un crecimiento económico del 5% y el turismo, -nuestro principal motor económico-, alcanzará cifra récord en este año. Además, el manejo eficiente de la política económica por parte del Banco Central ha sido clave para garantizar esta estabilidad».

Y mientras con tono burlón el liderazgo opositor de más relieve describió como imposible de lograr la meta de erradicación del hambre que el presidente Luis Abinader acaba de anunciar como una de sus metas principales, la representante del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Gabriela Alvarado, consideró como inminentemente posible que todas las familias del país cuenten con alimentos nutritivos, diversos y seguros, como la base para su desarrollo.

«Aquí en República Dominicana ya estamos viendo avances. Gracias al liderazgo del Gobierno hemos avanzado en el proyecto de ley sobre alimentación y nutrición escolar, el cual viene a fortalecer los servicios de alimentación estudiantil, promover entornos alimentarios más saludables y mitigar el creciente problema de la obesidad infantil». Con este énfasis habló días atrás para el periódico Listín Diario.

Un consumado manejador de los temas económicos que no ha vacilado en criticar políticas de cualquier gobierno que es Magín Diaz, ha reconocido que el año terminará «con una inflación en torno al 3% y un crecimiento que, pesos más pesos menos, duplicará el de 2023. Si nos comparamos con la región, poco países pueden exhibir una combinación de alto crecimiento y baja inflación».

LO INOCULTABLE

Para la ensayística del periodismo dominicano (a la que respeto y aceptación no le falta) ha advertido al Gobierno de que «no basta exhibir buenos indicadores: es fundamental reconectar con la ciudadanía para demostrarle que, más allá de los índices favorables, se desarrolla una gestión oficial proactiva y enfocada en los problemas de la sociedad». Diario Libre ha afirmado que el desafío principal radica en que el Gobierno «se espabile» y recupere la percepción de dinamismo. «Necesita reforzar su presencia en temas clave, romper la imagen de haber perdido fuelle y retomar la iniciativa de la narrativa pública».

Los reproches al Gobierno llegan hasta desde algunas voces que suelen serle favorable, sin pasar por alto las sombras: José Báez Guerrero, columnista del periódico El Día, sostuvo reciamente que: «es injustificable e incomprensible desperdiciar más tiempo posponiendo las indispensables correcciones del tollo de las EDE, el caos del tránsito y en adecuar las reformas fiscal y laboral para incentivar mayor creación de riquezas; no más hipertrofia estatista. Perder más tiempo con populismo improductivo nos empobrece a casi todos… menos a algunos políticos».

El futuro incierto para los dominicanos que, por su edad, quedan fuerza de actividades productivas sin que el Estado, y este Gobierno en particular, hayan hecho lo suficiente para llevarles calidad de vida en el tramo final de su existencia. El pronóstico más reciente del eficiente crítico de las deficiencias de la Seguridad Social, Arismendi Díaz Santana, iba en el sentido de que «el 85% de los trabajadores que cotizan actualmente para su pensión en el sistema que establece la ley, estaría recibiendo al momento de su retiro solo el 15% y el 20% en el mejor de los casos, de su último salario, lo que significa que será un ingreso pírrico»

El propio exgobernador del Banco Central, José Lois Malkum, cercano ideológicamente a la trayectoria de la presente gestión, no ha dado paso atrás en su desacuerdo con la reciente decisión del presidente Abinader de retirar la propuesta de Reforma Fiscal. Insiste en que esa retirada debió ser acompañada del anuncio de un nuevo proyecto fiscal, el cual podría presentar ajustes y ser más consensuado con diversos sectores. Dejó abierta dramáticamente la posibilidad de que posponer la reforma, pueda afectar la calificación de riesgo del país y encarecer la colocación de bonos soberanos. Es obvio que reconoce que el Gobierno ha pasado a depender demasiado de un imparable y riesgoso endeudamiento externo.

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