Por Diego M. Raus
En recientes declaraciones, el gobierno de Milei se ha expresado sobre dos temas centrales en las políticas públicas que, en su definición, demuestran muy claramente su posicionamiento ideológico y dejan claro cuáles serán los resultados socioeconómicos de la política oficial.
En el discurso oficial ante el Foro Económico Mundial que tuvo lugar en Argentina en octubre, el presidente se ufanó de que su gobierno había llevado a cabo el ajuste económico más grande en la historia de la humanidad, el cual permitió “devolverle 15 puntos del PBI al sector privado para financiar la inversión y lograr crecimiento genuino”. Agregó que ese ajuste se llevó a cabo sin tocar el gasto social. Omitió, claro, decir que el costo del ajuste dada la recesión producida y el desempleo creado, sobre todo en el sector público, llevó a la pobreza a casi el 60 % de la población.
Aproximadamente en el mismo tiempo el vocero presidencial, que en este gobierno no es el vocero de la presidencia sino exclusivo del presidente, declaró en conferencia de prensa que “la desigualdad no es un tema que preocupe”. Quiso decir que no le preocupa al gobierno. Habla de una desigualdad de ingresos que en términos del coeficiente de Gini ha escalado exponencialmente dada la caída de ingresos sociales y la concentración de riqueza que se está produciendo en el país.
La cuestión es cómo deben interpretarse estas dos declaraciones. Es decir, no qué significan como declaraciones políticas, sino qué idea de economía y sociedad encierran.
En cuanto a la primera declaración, es un postulado central de la economía neoclásica, y por ende del pensamiento económico liberal, según el cual cuanta menos intervención estatal en la economía — impuestos, regulaciones, producción de bienes, incentivos sectoriales— más recursos y mercados se liberan para la iniciativa privada. La idea es que en términos teóricos todas las libertades que se expandan en el mercado serán usufructuadas por agentes productivos racionales y competitivos que, en su accionar constante, generarán empleos e ingresos que beneficiarán al conjunto. La “mano invisible” de Smith: de la búsqueda del beneficio individual, el progreso del colectivo social.
El detalle es que, en el actual modelo económico que impera globalmente, en esta fase del ciclo histórico del capitalismo, está ya de sobra demostrado (Stiglitz, Piketty) que la libertad de mercado y los incentivos que esa libertad genera a la iniciativa privada solo favorecen la concentración de riqueza de manera exponencial. Una ecuación de que cuando más crecimiento económico, mayor concentración de las ganancias.
Los 15 puntos del PBI que Milei anunció que devolvió al sector privado no fueron captados por las pequeñas y medianas empresas, las actividades reproductivas como la construcción, el comercio, los microemprendimientos, etc. Las mismas estadísticas oficiales muestran que todas estas actividades y sectores están en recesión, cuando no en riesgo de colapso.
Esos 15 puntos del PBI producto del ajuste fueron a engrosar las cuentas de las grandes empresas, los unicornios tecnológicos y, sobre todo, el sector financiero, claramente improductivo y nulo en cuanto a generación de empleos. El sector privado beneficiado por la política del gobierno es el mismo que se ha visto beneficiado por la política económica de las últimas décadas, ciclos recesivos incluidos.
Vayamos a la frase de Manuel Adorni, vocero del presidente, sobre todo a unas declaraciones que, por su grado de rispidez, el presidente no puede decir.
En un país donde, desde la asunción de este gobierno, hace 10 meses, la pobreza ha crecido casi 10 puntos (59 % de la población) y la indigencia 8 puntos (20 % de la población), y donde la denominada pobreza multidimensional (pobreza que, desde la pérdida de ingresos y su sostenimiento en el tiempo, empuja a carencias educativas, de salud, territoriales, de acceso a la justicia…) se expande en amplias franjas de la población, declarar que “la desigualdad no es un tema que preocupe” constituye, parafraseando a Lenin, un cretinismo político flagrante.
Es casi de sentido común que, si la política económica concentra y la pobreza se expande, el resultado es una desigualdad que no solo es, y debe ser, preocupante. Es inmoral.
Sesgar y desdibujar el aporte que el ajuste del gobierno hace al sector privado concentrado y omitir la crisis socioeconómica que vive el país es un acto político, y una política hipócrita y, se podría decir, inmoral, siempre y cuando se hable de un gobierno con cierta dosis de moralidad social y política. No parece ser este caso.
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