Por David Molina
Entre el 12 y 15 de noviembre tuvo lugar la XXIX Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y Gobierno, en la ciudad de Cuenca, Ecuador. El encuentro, cuyo lema estaba enmarcado dentro de la Innovación, Inclusión y Sostenibilidad, estuvo marcado por las recientes elecciones en Venezuela, los retos en seguridad y la desigualdad social. Sin embargo, la ausencia de mandatarios latinoamericanos, sumado a la crisis sociopolítica que vive el país, definieron el fracaso de la cumbre.
Desde que en diciembre de 2023 se designó a Cuenca como sede de la Cumbre, fueron pocos los jefes de Estado que confirmaron su asistencia: Argentina, España, Paraguay, República Dominicana, Andorra y Portugal. Finalmente, no acudió ningún presidente de la región, sólo acudieron los mandatarios de los tres países europeos y el anfitrión, Daniel Noboa.
El presidente de Paraguay, Santiago Peña, canceló su visita un día antes de iniciar la Cumbre, aduciendo la difícil situación político-social que atraviesa el Ecuador. En el caso de Perú, la celebración del Foro Asia-Pacífico -APEC 2024- que congregó en Lima durante la misma semana a dignatarios de países como Vietman, Indonesia, Tailandia, Taiwán, Australia y a Xi Jinping y Biden, entre otros, atrajo la atención cuya agenda incluía la inauguración del Mega puerto de Chancay como enclave estratégico para el intercambio marítimo Sudeste asiático-Pacífico Sur.
Otro de los motivos de fondo que pueden aducirse al escaso eco que tuvo la cumbre en Ecuador, es el asalto a la embajada de México en Quito en abril de 2024 donde estaba asilado el ex vicepresidente Jorge Glas. La violación de la inmunidad diplomática de la legación supuso la ruptura de relaciones de México con Ecuador, que a día de hoy siguen en suspenso. Esta transgresión de normas elementales de derecho internacional generó el malestar de muchos gobiernos de la región.
Asimismo, una semana antes del encuentro, se inhabilitó de forma temporal a la vicepresidenta del Ecuador a través de una resolución del Ministerio del Trabajo, imposibilitando que pudiera asumir como Presidenta de la República cuando Daniel Noboa pida licencia para la campaña por su reelección. También se descalificó de forma poco clara, la candidatura de Jan Topic, con opciones a la presidencia del Ecuador. Cabe señalar que en febrero de 2025 el Ecuador está llamado a las urnas para escoger un nuevo presidente.
A lo anterior hay que añadir el complicado escenario interno del Ecuador. Y es que la persistente sequía que azota la región desde hace varios meses ha puesto al descubierto las falencias del país en materia energética. La desinversión en la matriz energética y la dependencia de la generación hidroeléctrica como fuente casi exclusiva de electricidad, han hecho que ante la falta de lluvias, especialmente en las regiones costa y sierra, desde hace casi dos meses se hayan generalizado los cortes de electricidad en todo el país, con una duración que, durante la semana de la Cumbre, alcanzaban las 12 horas diarias.
Al racionamiento eléctrico se ha sumado el de agua, que afecta a grandes ciudades como Quito, Ambato o Cuenca. Estos cortes han complicado a distintos sectores de la economía, afectando particularmente al pequeño comercio que sin suministro eléctrico ha visto disminuir su productividad de forma drástica, lo cual ha generado un creciente malestar popular.
A pesar de todas estas complicaciones, la seguridad sigue siendo el aspecto más sensible, tensionado por los grupos de delincuencia organizada que se disputan territorios por el comercio y paso de estupefacientes. Y como si fuera poco, el gobierno de Noboa, que presumía como logro de su administración el haber controlado las cárceles, sufiró un motín en uno de los recintos penitenciarios más grandes y peligrosos del país, la Penitenciaría del Litoral en Guayaquil, dos días antes del inicio de la Cumbre. El motín tuvo como saldo 15 muertos y 14 heridos.
La ciudad de Cuenca preparó con entusiasmo el encuentro regional que suponía un estímulo para la difícil situación económica y estuvo a la altura del evento. Para la cumbre se suspendieron los cortes eléctricos y de agua en la ciudad y se alejaron las manifestaciones de las zonas donde se celebraba el evento, lo cual dio rienda suelta al descontento ciudadano por la gestión del presidente Noboa. Y para cerrar el círulo negativo que marcó el contexto del evento, se desataron en esos días una serie de incendios forestales que cercan a la provincia del Azuay, cuya capital es la propia ciudad de Cuenca.
Esta dramática situación que marcó la frustrada XXIX Cumbre Iberoamericana, evidencia la desconexión del Gobierno con la realidad. Este fiasco de la política exterior ecuatoriana no ha hecho más que acentuar la percepción de que el Ecuador sigue siendo un barco a la deriva.
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