El mundo “se globaliza”, cada vez las diferentes culturas y naciones se acercan, se conocen más entre sí, los pueblos intercambian mercancías, servicios, conocimientos y la migración internacional es cada vez mayor.
Europa recibe anualmente multitud de migrantes desde África y Asia, que traen consigo formas culturales muy distintas, a menudo hostiles a sus tradiciones cristianas.
La diversidad cultural ha sido también parte de la historia de nuestros países, más notoria quizás en USA, lo que ha producido grandes cambios en las festividades y celebraciones.
Mas de 80 millones de personas se desplazaron en USA para celebrar la fiesta mayor de la época: Thanksgiving; incluyendo una gran proporción de gentes que no saben ni les importa el origen de dicha festividad. Ocurre igual con otras festividades en nuestros países, respecto de las cuales la gente solo sabe que es festiva, no laborable y hay que irse de farra o a la playa.
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El márquetin se ha encargado de publicitarlas, de programarlas y decir cómo vestir, qué regalar, comer y beber. Y por si algo faltó a las tiendas por vender, entonces se celebran el “Viernes Negro, el día de brujas y cualquier otra cosa.
La celebración del “Día de Gracia” ha venido ganando público al tiempo que se ha convertido en no religiosa, sin vínculos con ninguna creencia o forma espiritual. Similarmente ha venido ocurriendo con la Navidad. En USA ya ni siquiera se quiere recordar que se refiere al nacimiento de Jesucristo, y que en vez de Merry o Happy Christmas, prefieren decir “Felices Fiestas”, así, sin referencia siquiera a aquel acontecimiento que todos los sabios hace 2025 años ha venido transformando la humanidad.
Tampoco recordar a Nicolás, un monje que repartía juguetes y dulces a niños pobres, quien ha terminado siendo apenas un mítico viejo gordo, vestido ridículamente de rojo, sin ninguna o poca ligazón con el cristianismo.
Casi a diario surgen prácticas y religiosidades que pretenden negar las tradiciones occidentales, que más bien desligan, que “religan” menos a los seres humanos. Prácticas vinculadas al budismo y religiosidades orientales desconectadas de las creencias cristianas que han sido la base espiritual y social de nuestros países. A menudo, en la sola procura de mejores formas de alimentarse, mediante ejercicios corporales y mentales, así como otras disciplinas que alimentan la incredulidad generalizada, en favor del consumismo
y formas conductuales tan alienantes que no las podrán manejar ni alienistas ni alienígenas; tampoco la Inteligencia Artificial que, según pronósticos, nos absorberá a todos en una masa indiferenciada de robots de carne y hueso.
Y como antaño, lo más peligroso será el comportamiento anómico, las aberraciones consumistas perjudiciales para el cuerpo humano y la organización social.
En ese sentido, el mundo se hace cada vez más laico, menos creyente. Afortunadamente, también abundan los que deciden ser cristianos, siendo más firmes y racionales en sus creencias y prácticas:
Más del 60% de los habitantes de Europa y América mantienen y refuerzan sus creencias cristianas, y celebran la fiesta de Navidad con mayor fe y entusiasmo.
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