Por: Julio Ravelo Astacio
Hemos utilizado los términos “Edades Superiores” para referirnos a las personas que rebasan los 65 años. Es esta una apreciación realista/optimista de la vida. Todo lo que nace muere, pero, vivir muchos años les debe ser motivo de satisfacción. Es entender que, a pesar de las dificultades que ha tenido que sortear como ser humano, ha logrado rebasar obstáculos y conflictos, ha podido sobre ponerse a las adversidades. Para lograr aspiraciones y metas, para disfrutarlas, compartirlas se tiene que estar vivo, entonces, sin lugar a dudas llegar a los 65-70 años significa: “hemos alcanzado llegar a las edades superiores”.
No podemos negar que el proceso de envejecimiento se acompaña de significativos cambios psicosociales. En esa etapa de la vida se pierden posiciones en la escala social, produciéndose un cambio de roles, reducción considerable en los contactos familiares y sociales.
Cuando se produce una integración armónica de la persona con su cuerpo, psique y entorno, las posibilidades de envejecer sin grandes desequilibrios están dadas. No va a ocurrir lo mismo con aquellos que no se ocupan de dar a su cuerpo los mínimos cuidados, no asisten a consultas médicas, no toman sus medicinas, ni se ejercitan. Viven en permanente queja, inconformidades que se expresan en manifestaciones hipocondríacas y desencanto de la vida.
Para los primeros envejecer es un privilegio, aunque conlleva pérdida de fuerzas, energías, disminución de la vitalidad. Los segundos se convertirán en cascarrabias, gruñones, que hasta se atreven a pedir a la Sra. Muerte que venga por ellos, aunque claro, ¡no es lo mismo llamar a esa Sra. que verle llegar!
Los temores propios y los acontecimientos estresantes tienen fuerte influencia en la aparición de enfermedades. Destacándose la pérdida de la visión y audición. Estos órganos de relación cuando se afectan se generan trastornos como: depresión y ansiedad. Las personas con características independientes se pueden afectar menos. Peor resulta para los que tienen una personalidad pasivo dependiente.
Muertes y duelo también repercuten de manera importante en los envejecientes.
Algunas personas se encierran en sí mismas, negándose a aprender cosas nuevas: “Estoy muy viejo para esas cosas modernas” “Si necesito algo de eso se lo pido a mis nietos”. Las personas de edades superiores envejecen con sus casas que mantienen inalterables, porque se da un proceso de identificación con ellas.
Vivimos en un mundo repleto de nuevas tecnologías; no obstante, sólo poco más del 20% de los mayores de 65 años usa Internet con frecuencia. Hoy día muchas empresas han desarrollado iniciativas tecnológicas para mejorar las etapas de la vejez. El manejo de estas tecnologías aporta grandes beneficios a los envejecientes, ellas contribuyen a superar los perjuicios, mejorar la calidad de vida, conservar y ampliar las relaciones: teléfonos móviles que permiten llamadas directas, incluso viendo las personas (videollamadas), o mensajes escritos vía WhatsApp. Todas ellas fortalecen la independencia y les permite mantenerse más activos y saludables. Amén de estar en contacto con familiares y amigos, las nuevas tecnologías facilitan su cuidado, entretenimiento y conexión con el mundo.
Para el asilo: en nuestro país décadas atrás era difícil que una familia decidiera enviar su familiar a un asilo. Factores culturales, de agradecimiento y respeto llevaban a las familias a turnarse o rotarse la atención del abuelo. La otra razón; eran escasos los asilos, la vida era menos agitada. En la actualidad las cosas han cambiado mucho, cada quien tiene sus propios compromisos. Con el tiempo el nido se deshace, cada quien adquiere nuevas obligaciones, los hijos pasan a ser esposos (as) y de hijos pasan a ser padres. Claro que llevar a un familiar a un asilo o residencia de ancianos es decisión difícil, dura, pero comprensible, entendible.
Los hogares más humildes hacen malabares para no hacerlo. Pero, debemos entender aquellas familias que residen en casas pequeñas, con limitaciones económicas, tienen trabajo e hijos por lo que se hace difícil sacar tiempo para el abuelo.
Solo debemos recordar que, a nuestros envejecientes, en lo que más podemos contribuir es que sus últimos años transcurran con respeto y dignidad. Quizás una mayoría no solicita más de ahí. La tecnología y el calor humano, aún sea a distancia, puede ser la gran diferencia.
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