Es la basura debajo del linóleo, el cuarto en el patio de la casa lleno de cachivaches, pasto para ratones y alimañas. El desastre carcelario es silenciado. Los discursos triunfalistas no pueden contaminarse con el sargento cotizando espacios entre heces y humedad, con el preboste traficando en el recinto y repartiendo ganancias afuera y adentro para conservar impunidad.
La agenda del Cambio jamás incluyó el sistema carcelario. La obsesión estuvo centrada en la reiteración de la independencia del Ministerio Público y la validación del órgano, en tanto y en cuanto persiga a los desfalcadores de fondos públicos del oprobioso pasado morado, antes de la creación de los errores subsanables y del descaro de los impunes contemporáneos.
La cotidianidad carcelaria, ese horror que no indigna, está lejos de las pantallas de la patria nueva. Las condiciones infrahumanas en las prisiones, contenidas en informes oficiales y detalladas en reportajes recientes publicados en el Listín Diario, no alteran la paz, menos ahora que asoman “los planes innovadores” anunciados por el jefe de Estado.
El recuento del desamparo publicado en el periódico es la confirmación del contenido del “Informe de las Condiciones de Detención y de Prisión”, preparado por la Oficina Nacional de Defensa Pública, publicado en el cuarto mes de este año que parece no llegó a Palacio. La indignación por su contenido quedó en la fugacidad del comentario y en la justificación del caos. Los funcionarios con la responsabilidad de asumir los desafíos, aplicar la ley, resolver y evitar el deterioro comentan el hecho como cualquier opinante.
Los datos avalando el abuso de la prisión preventiva, la situación de hacinamiento en las cárceles, las redes criminales que desde el encierro ordenan asesinatos, secuestros, violaciones, produjeron cínicas declaraciones y el correspondiente silencio para que siguiera la fiesta. Otro informe, publicado en agosto, ratificaba la persistencia de la gravedad en las prisiones sin reacción condigna.
Importante repetir que el presidente reconoció que su Gobierno no se había ocupado de las cárceles. Después de su asombro con aquella llamada que hiciera desde la prisión, el condenado por la muerte de Orlando Jorge Mera, a un prestigioso programa de radio, comenzó a interesarse. Para no perturbar la independencia de su Procuraduría, solicitó al ministro de Interior de entonces investigar el caso.
Continuaron los escándalos y reclamos y ante el mutismo de los organismos correspondientes, el presidente ha puesto toda su complacencia en el asesor honorífico en seguridad y sistema penitenciario, una especie de sabio de la aldea, flautista de Hamelin que puede más que el “Consejo Nacional Consultivo de Servicios Penitenciarios y Correccionales” previsto en la ley que regula el Sistema Penitenciario y Correccional en la República Dominicana-113-21-.
El mandatario juramentó a los integrantes de los “Comités de apoyo a la reforma penitenciaria”-26.XII.24-, idea del asesor, antes había creado la “Comisión para el Seguimiento al Plan de Reforma Penitenciaria” y la «Oficina Nacional de apoyo a la Reforma Penitenciaria”.
Parece que el presidente ha decidido, durante un ratico, guardar la ley para que el sabio de la aldea transforme el sistema penitenciario.
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