El depuesto presidente sirio Bachar el Asad ha tratado de justificar su salida del país, hace una semana, como una acción “no planificada”, “forzada” por sus aliados rusos, que le daban cobijo en su Latakia natal (en el oeste de Siria) tras haber abandonado Damasco, que había caído en manos de las fuerzas de la oposición. En lugar de una huida vergonzante, de la que aparentemente no informó a sus más cercanos colaboradores en el régimen, el exmandatario describe desde Moscú un épico relato de repliegue bajo el fuego de los drones de la insurgencia, en un ataque a la base aérea rusa de Jmeimim durante la tarde del 8 de diciembre. Lo asevera en un comunicado difundido a través de la cuenta en Telegram del que fue su gabinete de presidencia, junto a la excusa manifiesta de no haber traicionado nunca a su pueblo.