El eje Moscú-Pyongyang inquieta en la región de Asia-Pacífico. La participación directa de Corea del Norte en la guerra de Ucrania, y el baile cada vez más acompasado entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, envía ondas sísmicas desde Europa hasta el otro extremo de la gran masa de tierra. Si la presencia de soldados de élite norcoreanos en combates con fuego real en Ucrania, ya confirmada por Kiev, supone “una escalada significativa” de la guerra en el frente occidental, según definió la OTAN, en el flanco asiático preocupan sobre todo las posibles transferencias tecnológicas de Moscú a Pyongyang en el campo balístico y nuclear, por su potencial desestabilizador de conflictos ya enquistados en la región, como el de las dos Coreas o el de Taiwán. La destitución del presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, tras su abortado intento de imponer la ley marcial, añade un elemento más de incertidumbre e inestabilidad que beneficia los intereses del eje ruso-norcoreano.